Hasta hace poco
el consumo de leche de vaca, era un dogma de fe. Nadie discutía las bondades de
un producto, que era unánimemente aplaudido por la comunidad médica. La leche
de vaca quedo pues como una bebida obligatoria e insustituible. Los países que no
la tomaban eran considerados como tercermundistas, mientras que las naciones
más desarrolladas: Países escandinavos, junto a Estados Unidos e Inglaterra
eran los máximos consumidores.
Hoy en día,
sabemos que la leche de vaca, no es precisamente esa fuente inagotable de salud
que se nos ha vendido durante tanto tiempo. Por supuesto que contiene proteínas
y vitaminas en gran cantidad, pero también muchos inconvenientes, entre ellos
estimular la secreción de mucosidades en el tracto digestivo y respiratorio.
Eso no sucede con todas las razas, pero las que proporcionan la leche que
consumimos habitualmente: La Frisona y la Holstein, sí. ¿Por qué entonces las emplean los ganaderos?
Porque dan mayor cantidad de leche que otras razas.
Lo cierto es
que el consumo de la leche de vaca es muy reciente en nuestro país. Sería en el
siglo XX cuando poco a poco se iría introduciendo en nuestra dieta. Porque la
leche que tradicionalmente se utilizaba en la cuenca mediterránea era la de
cabra y sobre todo la de oveja. Estamos hablando de unos usos alimentarios que
se remontan a más de dos mil años. Pero de repente se produce un hecho que va a
cambiar la historia. La poca durabilidad de la leche, que se descomponía con su
traslado, daba lugar a enfermedades tan terribles como la tuberculosis, la
difteria y la polio. La solución era un proceso llamado “Pasteurización” que
sometía a la leche a altas temperaturas, permitiendo que su consumo no fuera
tan inmediato. Luego llegó otro avance “La esterilización” que elevaba todavía
más la temperatura, permitiendo que durara meses. El problema de las leches con
alto contenido en proteínas como la de cabra y oveja, era que estas proteínas
al someterlas al proceso se precipitaban, no siendo aptas para el consumo. Así
que a partir de entonces ese tipo de leches se utilizó sólo para quesos,
cuajadas y otros derivados lácteos, siendo la leche de vaca la única que se
comercializaba para beber.
Con el paso del tiempo, fuimos comprobando como para muchos
de nosotros la leche se nos hacía indigesta. Entonces fue cuando surgieron
numerosos estudios científicos que nos daban la razón. A raíz de eso, empezó a
promocionarse la leche de soja como alternativa, no solo para los que tenían
intolerancia a la lactosa, sino para los que nos resultaba la leche de vaca
molesta en nuestra digestión.
La probé y
sinceramente no me gustó. Ahora no estoy hablando de las propiedades
beneficiosas, me refiero desde un punto de vista culinario. Su sabor dulzón no
me parecía un buen acompañante para el café del desayuno. Un día en las
estanterías del supermercado, encontré un producto que me cautivó desde el
primer momento, la leche de oveja. Había probado anteriormente la de cabra que
me desagradó por su fuerte sabor y olor. Pensé que en este caso me pasaría lo
mismo, pero todo lo contrario. Su sabor era más suave que la leche de vaca y
pronto descubrí que se digería mucho mejor.
Es un producto
relativamente nuevo, que lleva pocos años en el mercado. Expertos de la
universidad de Santiago y de leche Gaza, lograron un método que conseguía
esterilizar la leche de oveja y que sea así de fácil acceso para todos. Además
de ser más digerible tiene otros factores a su favor, el primero ya os he dicho
es su delicioso sabor, ideal para hacer cuajadas, una cremosa bechamel o para acompañar
un buen café expresso. Luego sus propiedades que son muchas, la principal el
calcio, que es el mayor motivo por el que bebemos leche. La leche de oveja
tiene un sesenta por ciento más de calcio que la de vaca, pero además cuenta con
unos aportes vitamínicos y nutrientes fantástico. En el enlace que viene al
final de la entrada, podéis encontrar una información amplísima sobre todo
esto. La leche de oveja que yo conozco se llama Gaza, está parcialmente
desnatada por lo que su contenido en grasa es bajo y se encuentra en prácticamente
todos los supermercados y grandes superficies.
Como podéis
imaginar esta leche es más cara que otra. Por pura lógica sabéis que una oveja
produce mucha menos leche que una vaca. Pero la mayoría de leches de vaca con
procedencia certificada, son caras. Las más asequibles provienen de mil y un
orígenes algunos de ellos no muy aconsejables. Yo acabo de comprar la leche en
Eroski y su precio me ha parecido muy competitivo, un euro con veinticinco
céntimos. Os aconsejo que probéis este producto que une la mejora para nuestro
organismo, con el placer de poder degustarlo.
Para saber más: